jueves, 12 de agosto de 2010

EN TU DIA MADRECITA

EN TU DIA MADRECITA

(Cuento)
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DESARROLLO = En un barrio pobre de la ciudad.
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PREFACIO

Se aproxima el día de las madres. Una madre, acongojada y desesperada se pasea frente al mostrador de su pequeña tienda. Su angustia se debe a que a ella no le será posible proporcionar a sus dos hijitos el regalo que por disposición de las autoridades escolares, le seria otorgado en el momento indicado en el evento celebrado en honor a tan abnegadas madrecitas.


LA CONGOJA DE UNA MADRE

Cierto día; tres días antes de la celebración del día de las madres; en horas del medio día; Sandra se paseaba frente a su mostrador con las manos entrelazadas sobre el pecho, y la vista perdida en la nada. Olivia, empleada en un comedor inmediato a la tienda; entró corriendo como todos los días a la misma hora, a llevar algunos condimentos para el almuerzo.
Buenos días niña Sandra. La veo…algo así, como preocupada ─ comentó la visitante
Buenos días Olivia. Si. Estoy bastante preocupada, por la celebración del día de las madres en la Escuela ─ respondió ella.
En ese momento, al salir de la escuela; se acercaban los niños a la puerta de la tienda. Olinda alcanzó a escuchar las palabras de su madre; e hizo una señal a su hermanito para que detuviera sus pasos, para averiguar de qué se trataba, ya que su madre había mencionado la palabra escuela.
Las señoras continuaron con su charla.
¿Y…porqué esa preocupación? ─ indagó Olivia.
Ah…que tengo que asistir a la reunión de la escuela; o sea; a la celebración del día de las madres. Y lo que me preocupa es que no tengo dinero para comprar los regalos que por disposición del director, los niños entregan a sus progenitoras a la hora de la sesión ─ expresó la madre.
Si…eso si es un grave problema. Yo no tengo hijos; pero me imagino la tristeza o pesar que usted haya experimentado ─ comentó Olivia.
Así me sucedió el año pasado…tuve que pasar esa vergüenza al ver que mis hijos se acercaron hasta mí, únicamente para darme un abrazo cada uno, mientras otros, entregaban buenos regalos a sus madres ─ se lamentó Sandra.
Considero que para los niños; el ofrecer sus regalos a sus madrecitas; será de mucha alegría y satisfacción ─ volvió a comentar Olivia.
¡Ese es el problema! ¡Ahí está el meollo del asunto! Ellos sufren y se desalientan al encontrarse con esa impotente situación ─ apuntó la madre.
Tiene razón, niña Sandra ─ se limitó a intervenir Olivia.
Uno de madre; ¡no es que exija ni necesite un regalo! Lo que a uno le agrada es contemplar las expresiones de alegría y satisfacción de ellos, después de entregarnos algún presente ─ manifestó la madre.
¿Y a usted? ¿Qué le agradaría recibir de sus hijos en el día de las madres? ─ preguntó Olivia de manera maliciosa.
Toda mi alegría sería verlos felices. Talvez… de ser posible…recibir algún ramo de rosas o gladiolos, que son de las flores que mucho me agradan ─ expresó Sandra.
A una señal de la mayorcita, ambos hermanitos asomaron repentinamente por la puerta de la tienda.
¡Buenas tardes mamá! ¡Hola Olivia! ─ saludó la niña de manera familiar.
Buenas tardes mámi, buenas tardes niña Olivia ─ saludó también el niño.
¡Hola amiguitos! ¿Como les fue en la escuela? ─ preguntó Olivia de manera familiar y en tono de broma.
Si mis hijitos ─ interrumpió la madre ─ como dice Olivia; ¿Cómo la han pasado esta mañana?
¡Muy bien! ─ respondió la niña.
Enriquito; en su inocencia exclamó ─ ¡Mamá! Dijo el profesor que el domingo a las nueve, se van a reunir las madres, para celebrar su día.
Ah. Si hijito. Así dice la convocatoria ─ respondió ella.
Y dice que son las madres las que tienen que llevar el regalo que nosotros le vamos a entregar a ustedes ─ volvió a comentar el niño.
Olinda, comprendiendo la indiscreción cometida por el hermanito; lo invitó a pasar al dormitorio, tratando de encubrir aquella imprudencia.
¡Ingrato! No le hubieras dicho eso a mi mamá ─ reprendió la niña, con cariño.
¡Es que así dice el maestro! ─ insistió Enrique.
Si; pero te repito; no estuvo bien tu imprudencia ─ reclamó la niña.

miércoles, 11 de agosto de 2010

EL RIO LEMPA

EL RÍO LEMPA
(Soneto)
Como banda de honores que desciende
De costado a costado sobre el pecho
Así veo el río Lempa que se tiende
A través del País sobre su lecho.

Con la brisa que surca desde allende
Se columpian los nardos y un helecho
Sobre el agua ondulante que se extiende
Bajo un cielo de nubes como techo.

De un otero contemplo un largo trecho
Y un tular que ante mí se balancea
Me parece un reflejo celestial.

Desde lo alto mi vista se recrea
Viendo como aquel río serpentea
Cadencioso y con gracia sin igual