POR QUÉ NO ME DIJISTE
(A mi Señor crucificado)
¡OH! Señor; mi Señor yo fui el ingrato
Que después de azotarte tan cruelmente
Te herí con espinas en la frente.
E insulté y burlé de tu dolor.
Te azotaba atado a la columna
Te golpeé tan cruelmente en la mejilla
En la sala y las almas solo había
Discusión, amenazas y rencor.
Y camino al Calvario ibas cargando
Una cruz que tu espalda desgarraba
Pero yo mis azotes descargaba
Sobre aquel cuerpo, una y otra vez.
Tú me vistes alzando aquel martillo
E impulsarlo con ira y sin clemencia
Sobre acero que ajeno a mi conciencia
Horadaba tus manos y tus pies.
No hay comentarios:
Publicar un comentario